viernes, 10 de abril de 2009

Sobre los valores

* Harold Soberanis


En un artículo anterior me referí a la tendencia que, en nuestro medio, se ha dado últimamente respecto a la excesiva oferta de actividades tan disímiles como seminarios, talleres, cursos y/o diplomados sobre ética o valores o cosas parecidas. En éstos se ofrece enseñar, a quienes asistan, a ser mejores personas por medio de unas cuantas formulas mágicas y, lo que es aún más importante, les prometen que encontrarán la felicidad absoluta. Ante la cruda realidad de los tiempos que corren, donde la soledad y el sinsentido de la existencia son cosas comunes, muchas personas están hambrientas de encontrar la clave de la felicidad y el bienestar, por lo que incautas, se dejan llevar por los ofrecimientos de todos estos charlatanes que lo único que buscan es enriquecerse a costa de su ignorancia.
En esa ocasión, señalaba el riesgo de asistir a esas actividades sin el más mínimo sentido crítico pues, lo que de hecho se hace en ellas, es lanzar moralinas a las personas y nunca estimularlas a que por medio de la reflexión descubran por sí mismas el valor moral de sus acciones o los principios que deberían orientar sus vidas.
Reflexionar para descubrir tales principios que son, en última instancia, los que deberían dirigir nuestra vida moral, es lo que busca un análisis serio sobre la acción humana. En otras palabras: esto es lo que busca la Ética, es decir, la reflexión teórica, filosófica sobre el comportamiento de las personas. Como resultado de ese análisis, de esa autorreflexión, tendríamos que encontrar aquellos principios que orientaran nuestra interrelación con los demás, a fin de que actuáramos apegados a lo moralmente bueno. Esto es precisamente lo que le falta a todos estos cursitos y talleres que ofrecen hacer de las personas mejores seres humanos, pues no estimulan ese sentido crítico que toda acción humana conlleva y se limitan a repetir recetas de buena conducta pero sin decir cómo se llega a ella o qué significa ser bueno.
Aprendemos a reconocer lo bueno o malo, lo moral o inmoral, la bondad o maldad de nuestros actos y los de los del prójimo, desde la reflexión seria, honesta y profunda de aquello que les concede, a tales actos, su moralidad. Esto es, en otras palabras, reconocer la esencia moral de las acciones humanas. Gracias a esa reflexión, descubrimos aquellos principios deseables que deberían orientar la acción de todos. Ese descubrimiento y aprehensión es posible sólo, pues, desde la meditación filosófica y nunca a través de moralinas o supuestas formulas mágicas. Estimular y fomentar dicha reflexión en todas las personas para que ellas mismas por medio de su Razón encuentren esos principios que les de sentido y validez a sus acciones, es la verdadera tarea del filósofo de la moral.
Al final del artículo ya mencionado ofrecía ocuparme, en una posterior entrega, del tema de los valores. Por diversas razones fui postergando tal ofrecimiento hasta que un amable lector me lo recordó.
Tratar de encontrar una única definición de valor, un único significado de él, es una tarea de suyo difícil pues, como sucede con todos los términos filosóficos, no existe unanimidad sobre qué es. Empero, intentaré dar una idea de lo que a mi juicio se debe entender por valor, tomando en cuenta los rasgos en común que, las diversas significaciones sobre él, tienen entre sí.
Una primera aclaración se hace necesaria: ésta se refiere a si es correcto hablar de “valores éticos” o “valores morales”. Bueno, la distinción entre estas expresiones es la misma que se aplica a la diferencia entre “ética” y “moral”. He dicho varias veces que ambos términos se tienden a usar como sinónimos pero, en un sentido estricto, no son lo mismo. En efecto, la ética es cosa de los profesionales, es decir, de los filósofos y se ocupa de analizar racionalmente el fundamento y la validez de la moral. Esta vendría a ser la parte práctica, las normas concretas de acción, los códigos que nos indican cómo actuar. Tales códigos deben estar asentados en ciertos principios que reconocemos como legítimos. Descubrir, analizar y comprender tales principios es la tarea de la ética y del filósofo de la moral.
Con lo dicho anteriormente, podemos inferir que los valores son morales y que quien se ocupa de analizar su validez, alcance, sentido y legitimación es la ética.
Otro problema que surge en torno a los valores es si éstos son objetivos o subjetivos. Algunos filósofos y escuelas filosóficas sostienen que son objetivos. Por ejemplo, para los antiguos griegos, los valores son objetivos, pues no son producto de la creación humana, no son elaborados por nuestra conciencia, existen fuera de ella y nuestra Razón lo que hace es descubrirlos. Es el caso de Sócrates, Platón y Aristóteles quienes creen que los valores tales como justicia, bondad, belleza, etc; no son creación humana, pues existen independientemente de nosotros y precisamente porque no dependen del ser humano, es que sirven de principio rector de la conducta de los hombres. Gracias a que son objetivos tales valores son universales y absolutos. Esto significa que independientemente de la época o sociedad particular, los valores son siempre válidos y los mismos para todos.
En contraposición a este planteamiento, otros filósofos y escuelas filosóficas, afirman que los valores son subjetivos, es decir, son creaciones humanas que, dependiendo de la época o circunstancias históricas, surgen en un momento determinado y cobran validez y sentido únicamente dentro de ese contexto.
Según estos pensadores, cuando reconocemos algo como valioso es porque vemos en ese objeto o acción algo que nos es útil. Por lo tanto, el que algo sea o no valioso depende de nosotros, está en nuestra conciencia moral y no en el objeto o acción en cuestión. Es decir que, lo valioso no es objetivo sino subjetivo pues depende de la valoración particular del sujeto. Lo que resulta bueno o malo para alguien puede ser lo contrario para otro.
Además, como afirmará Marx, los valores morales que predominan en una época, responden o son expresión de la clase dominante, por lo tanto no son objetivos, al menos no en el sentido clásico, puesto que son la expresión ideológica de los grupos de poder quienes, interesados en que no se transforme la realidad, propugnan determinados valores que toda la sociedad debe seguir con el fin de mantener el statu quo vigente. Piénsese, por ejemplo, en las propuestas de reforma que a la Constitución hace el grupo ProReforma. En la base de tales propuestas subyace toda una serie de valores que no son más que la expresión de intereses de clase, en este caso de la oligarquía chapina.
Otra manera de considerar a los valores como principios que dirigen la acción humana, sería el caso de los Derechos Humanos. En este sentido, los Derechos Humanos vendrían a ser puntos de referencia a los cuales debemos ajustar nuestra conducta con el fin de alcanzar una convivencia social pacifica y digna.
Este, y otros temas relacionados a la ética y los Derechos Humanos, serán abordados en un taller al respecto desarrollaré los días 25 de abril y 2 y 9 de mayo en La Casa de Cervantes, de 16:00 a 18:00 horas. En esta actividad se dará material y constancia de asistencia y podremos discutir abiertamente sobre cuestiones relativas.

*Profesor titular, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, USAC.



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