miércoles, 12 de junio de 2013

Moral sin dioses



Harold Soberanis[1]
            Es frecuente entre la gente común, afirmar que la base de la moral es la religión y que por lo tanto, no es posible hablar de moral sin una creencia religiosa. Cuando se les pregunta qué religión consideran que es la mejor como fundamento de una supuesta moral, responden que la que ellos mismos practican.
En estos argumentos notamos dos presupuestos básicos, a saber: uno, que la mejor religión, según estas buenas almas, es la que dicen practicar descalificando, a priori, cualquier otra; y dos, que sin religión no hay moral. De este último supuesto, se infiere que un ateo, por ejemplo, carece de moral, precisamente por no creer en ningún dios. De esa cuenta se dice que un ateo es amoral, lo que ya de por sí es un absurdo, pues en sentido estricto no hay ningún ser humano, ateo o no, que sea ajeno a una valoración moral.  En todo caso sería, de ser posible, inmoral pero nunca amoral[2].
Así pues, para estas personas la religión es la única raíz sólida que puede dar firmeza a una concepción moral. No conciben la posibilidad de un proyecto moral sin religión pues, de acuerdo con su lógica, ambas no pueden estar separadas.
Obviamente afirmar que la religión es el único asidero posible para una moral, conlleva aceptar que todo lo que incluye dicha religión es necesario para que tal moral pueda levantarse firmemente. Es decir, no es solamente la concepción religiosa que se tenga, sino también los elementos que la configuran, a saber, Dios, el alma y su inmortalidad, la trascendencia después de la muerte, etc., y que van implícitos en la idea que se tenga de esa religión, lo que está presente en el argumento de que no hay moral sin religión.
            Empero, quienes esto afirman, ignoran que ya desde la Modernidad, dicho argumento quedó invalidado. En efecto, fue Kant, el célebre filósofo alemán, modelo de la Ilustración, quien demostró con sólidos argumentos que no se necesita de la religión para construir una moral que sirva de guía al ser humano en su búsqueda de la Bondad. La sola Razón basta para ello. Es más, es el mismo Kant quien demuestra que no es la moral la que deriva de Dios, sino por el contrario, es Dios quien deriva de la idea de moral.
            Tratar de explicar la estructura interna de los argumentos kantianos que terminan en las conclusiones mencionadas llevaría mucho tiempo, y no es el propósito de este artículo. En todo caso, lo que me interesa dejar claro es que no se necesita practicar una religión, ni creer en dioses, ni asistir a iglesias para vivir moralmente bien en sociedad. A diario, en la práctica cotidiana se invalida el argumento de que sin religión no es posible construir una moral o de que es necesario practicar una religión para vivir moralmente bien. Se invalida en la práctica, puesto que a diario vemos ejemplos de bondad, solidaridad y respeto al otro en muchas personas que se declaran ateas. Tanto, como vemos personas que dicen profesar una religión y creer en un dios de amor, pero que no tienen ningún obstáculo en matar, explotar, corromper y abusar del prójimo.
Cuántos crímenes se comenten a diario en el mundo en nombre de un dios o una religión “x”. El mundo actual es cada vez más injusto y desigual. La vida cada día es más precaria. Y todos estos crímenes, guerras, injusticias y explotación, son provocados por personas de carne y hueso que se declaran fieles creyentes, que dicen seguir una fe en algo trascendente, que aseguran amar su religión, que afirman vivir moralmente bien pues siguen los preceptos de sus guías religiosos. Obviamente, quienes hacen de este mundo un lugar cada vez menos digno no pueden ser considerados buenos.
En conclusión, no es necesaria ninguna concepción religiosa para establecer un cuerpo de normas morales que nos orienten hacia el buen vivir. Lo que sí es necesario y debería ser parte de la práctica moral de cada uno, es la reflexión filosófica que sustente y justifique cada una de esas normas. Esto garantizaría, aun mínimamente, que aquel cuerpo de normas a las que ajustamos nuestros actos es  producto del ejercicio racional, propio de todos los seres humanos.

             


[1] Profesor titular de Filosofía, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, USAC.
[2] Se suele denominar amoral a aquella persona que está en contra de cualquier práctica moral, pero esto, a mi juicio es incorrecto, pues amoral es quien no es susceptible de juicios o valoraciones morales. El ser humano, en tanto es un ser libre, es moral. Cuando se opone a determinadas reglas morales se le califica de inmoral, es decir, que va en contra de la moral.  Amorales serían todos los seres del mundo ( menos el ser humano en tanto sea libre) que se sustraen  a cualquier juicio moral.