viernes, 16 de octubre de 2009

El Che

*Harold Soberanis

El 8 de octubre de 1967 era capturado en la selva boliviana, y asesinado cobardemente un día después, el doctor Ernesto Guevara de la Cerna, más conocido como el Che. De esto pues, hace 42 años. Figura fundamental y controvertida de la Revolución Cubana su ejemplo de lucha y sueños por un mundo mejor siguen siendo vigentes, sobre todo en un mundo como el de hoy que, a diferencia del que él soñó, se ha vuelto más injusto y desigual, menos digno, pues se asigna más valor al tener que al ser, se premia la corrupción y se degrada el pensamiento.
Como todo personaje de la historia, de esos que dejan huella a su paso por la vida, tiene tantos seguidores como detractores, lo que viene a demostrar que pertenece a ese grupo minoritario de los “imprescindibles”, como diría Brecht.
Su rostro es conocido por muchas personas a lo largo del mundo, incluso en aquellos lugares donde la cultura y forma de ser es tan diferente a las del pueblo latinoamericano. Ese rostro quedó inmortalizado por la ya famosa fotografía de Alberto Korda quien, en un acto publico al que asistía Guevara, lo logró captar en un momento único e irrepetible. Ahí, en la mirada perdida en el horizonte, se reflejan los ideales y sueños visionarios de un hombre que vivió y murió coherentemente, pues su pensamiento, sus palabras y su acción fueron un todo.
Ese mismo rostro ha sido comercializado por la “mano mágica” del mercado, símbolo inequívoco de un sistema económico que reproduce las desigualdades e inequidades y que, paradójicamente, él tanto combatió. El haber comercializado su rostro en camisetas, vasos y cuanta tontería se puede inventar, fue el único modo de “matarlo”, como afirmó alguien alguna vez. Empero, aun en el caso de que esto hubiese sido posible, sus ideas revolucionarias no han perdido vigencia ni han podido ser olvidadas. Sigue siendo un ejemplo en todos aquellos lugares donde se persigue el ideal de un mundo más justo, donde se lucha por reivindicar la libertad humana y donde siguen existiendo hombres y mujeres que son explotados y denigrados. En fin, sigue siendo un símbolo para los pueblos que buscan la emancipación, la libertad y la dignidad.
Como un fiel aventurero, en el buen sentido de la palabra, el Che no pudo ajustarse a un cargo burocrático como el que le fue encomendado luego del triunfo de la Revolución. El haber aceptado dicho cargo, cuando era un hombre de acción y no de estar sentado en un escritorio, fue un error de su parte que provocó serios problemas a la economía cubana, sobre todo en ese período de transición en el que Cuba pasaba de una dictadura retrógrada a asumir su propio destino como un pueblo digno. Ese ha sido un error que muchos de sus enemigos se han encargado de exagerar para denigrar su figura, pero fue un error del cual él sacó provecho.
Sin embargo, es meritorio de su parte el hecho de haber dedicado muchas horas al estudio de la economía, de la que sabía poco pero que terminó sabiendo mucho. Es muy conocido que pasaba interminables horas en su despacho del Ministerio y que en ese tiempo infinito, no sólo aprendió economía y otras cosas importantes, sino que leyó la filosofía de Marx, la que le ayudó a comprender muchas circunstancias de la historia de los pueblos del mundo y, sobre todo, a entender la nuestra, la de Latinoamérica y su trágico destino.
De ahí surgió su odio visceral a todo signo de imperialismo, en especial al norteamericano, pero también al soviético, del que desconfiaba profundamente. Esta misma desconfianza fue la que le mantuvo atento a las posibles consecuencias negativas que, futuras alianzas con los soviéticos, podían traerle a Cuba. En determinados momentos aceptó ser socio de los soviéticos, más por alejarse de los gringos, que por pensar que los rusos eran mejores. Esta misma desconfianza a ambas potencias enfrentadas en el marco de la Guerra Fría, fue lo que lo vinculó a otros pueblos con los que se sentía más afín, pues encontraba entre ellos y nuestra Latinoamérica más coincidencias que diferencias.
Estas coincidencias, tanto como su sentido de aventura, le llevaron a emprender muchas misiones en el mundo con las que, como un San Martín o un Bolívar contemporáneo, pretendió llevar la libertad a los pueblos sojuzgados de la tierra. Fue solidario con ellos y con sus luchas reivindicativas, y fue solidario con todo aquel que, en algún lugar del planeta, era víctima de la explotación y la esclavitud.
Como ser humano cometió muchos errores, eso es innegable, pero dejó como ejemplo para todos los que aún creemos en la dignidad humana, una impronta de justicia que difícilmente se borra con el paso de los años.
Cuando aún no era el Che, pasó por Guatemala, y fue testigo privilegiado de la intervención norteamericana que desembocó en el derrocamiento del gobierno legítimo y popularmente electo de Jacobo Arbenz. Este hecho despertó su conciencia social y su sentido de hermandad.
En sus dos ya famosos viajes por Latinoamérica conoció de cerca la miseria y el hambre de miles de seres humanos que, habitando en un continente infinito de riquezas, se morían de hambre, pues una minoría se quedaba y gozaba del fruto del trabajo de todos. Estos viajes al interior de un pueblo esquilmado por el imperialismo, le llevaron también a un recorrido interno que le permitió descubrir su sentido existencial y la causa por la que habría de vivir y morir.
Algo que no debemos olvidar, es la concepción guevariana del “Hombre Nuevo”. Este Hombre Nuevo, debía ser producto de la revolución que todos los pueblos dignos del mundo debían emprender. La revolución era necesaria pues era la única vía de transformación de las condiciones de explotación y deshumanización que un sistema en sí mismo perverso había provocado. Dicha revolución traería pues, un mundo mejor, una sociedad más equitativa. Pero una sociedad está conformada por seres humanos de carne y hueso y eran estos hombres y mujeres quienes debían realizar y preservar los ideales socialistas. De ahí su insistencia en la configuración de un nuevo hombre que se guiase por valores morales nuevos que contribuyeran a su configuración. Este era el Hombre Nuevo de Guevara, el que sigue ideales y no bienes económicos.
Todo esto suena hoy día, en un mundo mercantilizado y alienado, como una utopía imposible. Sin embargo, sigue siendo, la utopía, la única posibilidad de salvarnos del desastre al que nos ha condenado un sistema económico nefasto. Recordar estos ideales y luchar por que se realicen debería ser el mejor homenaje a la memoria de un gran hombre como el Che.
*Profesor titular, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, Usac.
haroldsoberanis@usac.edu.gt
www.prosophia.blogspot.com