miércoles, 3 de junio de 2009

Benedetti

*Harold Soberanis

Ahora que ya han quedado atrás los homenajes y encomios de la obra y pensamiento del escritor Mario Benedetti, a raíz de su reciente muerte, deseo hacer, desde mi experiencia de un simple lector, algunas reflexiones sobre este gran hombre.
Es innegable la calidad literaria de la obra de don Mario Benedetti. Muchos escritores y especialistas han señalado atinadamente los elementos valiosos de sus poemas, cuentos y ensayos. De esa cuenta, es poco lo que yo podría agregar a la valoración de tan vasta obra. Por no ser crítico literario ni cosa parecida, mi juicio acerca de este distinguido escritor, es el producto de la lectura de sus obras, especialmente su narrativa, lectura que ha provocado en mi interior regocijo y emoción al descubrir en ellas maravillosos y profundos mensajes de amor, soledad, esperanza y sueños por cumplir.
Empero, en este momento lo que me interesa particularmente es referirme a su actividad y pensamiento político. Algunos autores ya han comentado algo al respecto, aunque creo que no suficientemente. Esto es entendible, pues su producción literaria es tan inmensa que ha ensombrecido un poco ese otro aspecto de su actividad intelectual.
Ubicado políticamente en la izquierda, don Mario ha hecho una serie de comentarios y señalamientos que buscan la reivindicación del ser humano en general. Ha criticado fuertemente las políticas neoliberales que no han producido más que pobreza y desigualdad en nuestras sociedades latinoamericanas. Este hecho, a mi juicio, ha revelado la naturaleza profundamente humana de don Mario, la cual también se refleja, naturalmente, en su literatura.
Aunque he leído algunas de sus obras narrativas y poemas, es su posición política la que más me ha atraído y por la que he llegado a admirarlo. Si bien no posee una fuerte formación teórica, en términos políticos, su vocación humanista y su marcada sensibilidad de artista, le han permitido acercarse a la gente de carne y hueso y compartir con ellos sus preocupaciones y anhelos.
Su propia experiencia le permitió tal acercamiento. Víctima injusta por decir lo que piensa sin dobleces ni eufemismos, vivió exiliado durante muchos años en diferentes países que le dieron cobijo y le estimularon a seguir con su producción literaria. Esta difícil experiencia le dotó de una profunda sensibilidad para sufrir los dolores de la condición del ser latinoamericano que es, en otras palabras, la condición de vivir en el continente más desigual del planeta.
Por eso sabía lo que era sufrir, sabía lo que significaba llevar una existencia desde la condición de ser marginado y explotado que es, al fin y al cabo, la condición de vivir en el sur de este continente. Estas certezas le dieron la fuerza necesaria para fustigar un sistema opresor, perverso en sí mismo, que deshumaniza y aliena al hombre. De ahí que su objetivo principal desde la esfera política haya sido promover la reivindicación del ser humano, alcanzar su emancipación de las cadenas alienantes del capitalismo.
Si bien el arte por sí mismo no transforma las condiciones materiales que enajenan al hombre, si ayudan a transformar su ser. Ninguna obra de arte ha detenido el avance voraz de los que dominan el mundo. Sin embargo, cuando la producción artística va acompañada de una posición política reivindicativa, la obra despierta las conciencias de los seres humanos, haciéndolos más solidarios.
Esto es lo que hace que las grandes obras trasciendan su tiempo y que hablen un lenguaje universal. El verdadero arte lleva en su seno la esperanza de un mundo mejor, da aliento a aquellos hombres y mujeres que en su soledad buscan una respuesta que les motive a seguir luchando por las causas que consideran justas, lucha que le otorga un sentido a su existencia, ya de por sí precaria e incierta.
Por eso la obra literaria de don Mario Benedetti ya ha trascendido el tiempo y el espacio y mucho tiempo después seguirá enviando su mensaje de amor y justicia, su deseo por la realización de un mundo mejor, menos desigual y más digno.
Con la muerte de don Mario el mundo pesa menos, su ausencia se resiente. Ya no escucharemos su voz pausada y sabia. Sin embargo, nos queda el consuelo de sus poemas y narraciones y nos queda, sobre todo, la autoridad de su pensamiento político, que no es producto de la academia sino de la experiencia humana concreta, del día a día, de la lucha codo a codo con los más desposeídos. Esto es lo que vale, pues hace de su obra algo universal e imperecedera y de su persona, un imprescindible.

*Profesor titular del Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, USAC.