Harold Soberanis[1]
En sociedades como la nuestra, muchas personas suelen
extrañarse de que alguien se dedique a la filosofía, pues creen que dicha
actividad es algo inútil, algo que no tiene sentido. Esta forma de pensar no
debería sorprendernos pues es producto del bajo nivel de educación de un pueblo
que sigue sumido en la enajenación y desconoce, por lo mismo, no solo el valor
e importancia de la filosofía, sino de todas aquellas disciplinas que tienen
que ver con el crecimiento interno del ser humano. Dicha enajenación es, a su
vez, una política de Estado quien, junto a los poderes económicos, no permite
que la gente se eduque, pues un pueblo educado piensa y si piensa es crítico,
lo cual no conviene a sus mezquinos intereses.
Sin
embargo, lo alarmante de todo esto es que esta opinión equivocada sobre la filosofía,
no venga solamente de personas sin instrucción o políticos ignorantes o
empresarios incultos sino, incluso, de profesionales de diversas áreas.
A
muchas de estas personas les extrañaría saber que en los últimos años, por
ejemplo, son bastantes los jóvenes que han ingresado al Departamento de
Filosofía de la Facultad de Humanidades de la USAC, a estudiar esta disciplina.
Y les sorprendería aún más, saber que la mayoría de ellos trabajan, pues son muy pocos quienes tienen la suerte de dedicarse exclusivamente
a estudiar, lo que vendría a derribar ese prejuicio de que solo los “haraganes”
estudian Filosofía.
Lo
anterior nos demuestra que la búsqueda de un saber profundo y serio, sigue
siendo una necesidad de las personas, sobre todo de aquellas que no se
conforman con explicaciones fáciles, - como las de la religión o de esos
pseudointelectuales que, con sus cursos motivacionales, pretenden adocenar a la
gente.- Lamentablemente, dentro de la misma Universidad es escaso el apoyo que
se da a estos estudios. De ahí, que se tenga una serie de carencias que impiden
desarrollar un trabajo docente más eficaz.
Empero,
a pesar del panorama difícil que
enfrentan los estudios de las Humanidades, en general, y de la Filosofía, en
especial, la necesidad de dedicarse a ellos es evidente y perentoria. El
panorama es difícil pues, la
mentalidad mercantilista y voraz de un sistema económico de suyo perverso, no
permite contemplar en su justa dimensión el valor de la Filosofía. Acá lo que
interesa es producir más objetos y consumir irracionalmente para aumentar las
cuentas bancarias de los dueños del dinero. En una sociedad así, se desprecia
el cultivo de la Razón y el desarrollo de una mente crítica.
Afortunadamente,
el hecho de que muchos jóvenes estén interesados en la filosofía, demuestra que
las personas son conscientes de la necesidad de pensar por sí mismos. De esa suerte, acaso sean las generaciones futuras
las que fomenten la urgencia de los
estudios filosóficos. El fruto de este esfuerzo se verá recompensado en el
hecho de ser una sociedad más democrática y participativa, con verdaderos ciudadanos.
Es decir, personas comprometidas con su país,
honestas y, en especial, con
capacidad crítica para analizar y resolver los problemas que se
presenten, y que es lo que nos falta actualmente.