martes, 17 de marzo de 2009

Sobre la educación

*Harold Soberanis
haroldsoberanis@usac.edu.gt


Las sociedades actuales atraviesan un período de crisis que se manifiesta de diversas maneras: la expansión de la pobreza, el aumento de la violencia, de la corrupción, de la injusticia, etc. Toda esta descomposición social se refleja, naturalmente, en la degradación de las acciones del ser humano. Para muchos, la vida ya no tiene ningún valor: se mata a otra persona para robarle un celular o unos pocos billetes. Muchos se dedican, como forma de ganarse la vida, a matar por encargo (qué paradoja: ¡matar para vivir!).
Observo toda esta problemática sin la menor intensión de lanzar moralinas o provocar el escándalo como, hipócritamente, hacen esas santas señoras cuando, al salir de la misa de domingo se ruborizan al ver una pareja besándose en la calle, pero ignoran intencionalmente la miseria que las rodea.
Muchas veces he dicho que una de las posibles soluciones a esta degradación de la vida social está en la educación de las generaciones jóvenes. Empero esta educación debe ser de una naturaleza distinta a la que actualmente se practica.
Creo que una verdadera educación debe liberar al ser humano de prejuicios y condicionamientos mentales a los que ha sido programado por una realidad injusta y desigual. Ya no se puede seguir cultivando una educación que llena de datos la mente de los niños y jóvenes, con el único objetivo de saturarlos de información que no les ha de servir para nada. Una verdadera educación debe estimular en los seres humanos la reflexión y generar un pensamiento crítico que les permita ser observadores y actores responsables, involucrados en su realidad social.
A mi juicio, una educación de tal índole debe estar fundamentada en una concepción humanística del hombre, es decir, debe basarse en aquellos principios universales del humanismo clásico que ve al ser humano como el punto más alto de la evolución, resaltando sus atributos, virtudes, y alcances, a la vez que no olvida sus imperfecciones. No se puede educar a los niños y jóvenes sin una concepción antropológica previa, lo que nos lleva a resaltar la articulación entre pedagogía y filosofía, pues ésta proporciona una concepción del hombre fundamentada en principios revelados por la razón, y ninguna concepción pedagógica se puede desarrollar si no cuenta con una definición de hombre. No se puede tener una idea de educación que esté divorciada de la filosofía, pues sería como algo que está en el aire, sin bases. Esto es lo que ha ocurrido en los últimos años, donde la formación de quienes van a formar maestros que, a su vez van a educar a nuestros niños, no poseen una formación filosófica pues consideran que ésta no sirve para nada y que la única razón por la que existe dentro del pensum es para entorpecerle sus estudios ya que la prisa por graduarse e insertarse al mercado laboral les apremia.
Esto ha dado que tengamos, en los últimos años, maestros sin la más mínima formación humanista. Pero la culpa no es de ellos sino de las facultades y centros de formación donde estudian.
El desprecio a la educación por parte de los gobiernos de turno ha provocado seres humanos sin vocación ciudadana. Claro, esto ha favorecido los intereses de las clases dominantes, pues una sociedad sin criterio ni formación cívica es más fácil de manipular. De ahí que el nuevo modelo de educación deba propiciar, entre otras cosas, la ciudadanía, esto es, la capacidad y el interés de las personas por involucrarse en los asuntos del Estado, tal como aspiraban los filósofos griegos, pues tales asuntos, por definición y en tanto ciudadanos, deben importarles.
Podemos pensar en la educación como un proyecto a largo o mediano plazo, por medio del cual se pueda reeducar a la sociedad con el fin de que los valores encarnados en la Constitución, sean internalizados por todas las personas. Esto, claro, implica transformar el proyecto neoliberal que, afortunadamente, en los últimos días ha entrado en crisis.
Así pues, considero que una verdadera educación puede permitirnos vivir los valores éticos en la vida cotidiana. Pero tal modelo de educación, insisto, debe estar fundamentada en una sólida base filosófica que le permita al individuo ser consciente de la importancia de encontrar principios válidos para su acción.
Tengo la percepción de que el modelo de educación actual lo único que consigue es adocenar a la gente, convirtiendo un proceso liberador en algo alienante. Ahora bien de nada serviría implementar una nueva forma de educación, que buscara hacer del individuo un ser crítico, participativo y liberado, que actuara en función de nobles valores, si las condiciones materiales de la sociedad en las que se inserta, no cambian.
En efecto, poco útil puede ser un proceso educativo que regenere al individuo, si las condiciones o el modelo económico-social vigente sigue siendo el mismo. En otras ocasiones he señalado que el capitalismo como tal, lleva dentro de sí un elemento perverso, pues no sólo desvirtúa las relaciones que se establecen entre el trabajador y el empleador, sino que desvincula a la misma persona dentro de su psiquis, haciéndole ver la realidad como un hecho fragmentado e inconexo. Esto es lo que el materialismo histórico denomina enajenación. Ésta se produce no sólo entre el trabajador y el objeto trabajado, sino a lo interno del individuo, separándolo de sí mismo y del resto de la sociedad.
De esa cuenta pues, implementar un nuevo modelo de educación implica transformar la base material de las sociedades, modificando el paradigma económico imperante a fin de armonizar unas relaciones de producción más humanas con el sentido moral del hombre nuevo.

*Profesor titular de Filosofía, -departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, USAC

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