jueves, 5 de marzo de 2009

¿Crisis de valores?

*Harold Soberanis
haroldsoberanis@usac.edu.gt

Es cosa común escuchar a mucha gente decir, a partir de la realidad cotidiana, que estamos viviendo una crisis de valores, que la humanidad se ha alejado de ciertos principios fundamentales que subyacen en las bases de la cultura occidental cuya cuna, es bien sabido, es la cultura clásica griega y el cristianismo.
Cuando escucho decir esto, me pregunto; ¿serán los valores los que están en crisis? ¿Es posible que los valores, entidades de suyo abstractas, puedan sufrir crisis? ¿O será nuestra percepción de tales valores la q ue esté en conflicto?
¿Qué se quiere decir cuando se formula esta frase? Creo que lo que se quiere señalar es que la situación degradante que vivimos tiene su causa en una supuesta pérdida de valores. Ahora bien, ¿se podrán perder los valores? Éstos, por definición, son objetivos y acaso universales e independientes de la conciencia. Por lo tanto, no se pueden perder. Lo que sí puede cambiar, y de hecho ha cambiado, es la manera de percibirlos y practicarlos en nuestra vida diaria.
A mi juicio, considero que no son los valores los que han entrado en crisis, sino la manera en que los apreciamos y asumimos en nuestra cotidianidad existencial. Según los filósofos clásicos, los valores morales (que son los que supuestamente están en “crisis”), no son entidades materiales y por lo tanto no pueden sufrir de un proceso de decadencia. Siguiendo las ideas de estos pensadores griegos (Sócrates, Platón, Aristóteles, etc.), los valores son principios absolutos, eternos, infinitos y universales, entre otras características, y por lo tanto, no susceptibles de sufrir ningún cambio físico, como sí ocurre con algo material.
Si los valores morales son absolutos y universales, podemos inferir que son siempre los mismos, en cualquier época y lugar. Es más, aún cuando nadie se guiara por determinado valor, la justicia, por ejemplo, dicho valor seguiría siendo válido, pues su validez no depende de la percepción o ejercicio de un individuo o colectividad, sino de su carácter universal, objetividad y absolutez.
Claro, este sentido de los valores como entes universales no es el único. Existen otras formas de interpretar o definir qué son los valores. Para Marx, por ejemplo, los valores son parte de la superestructura de la sociedad y en tal sentido son expresión de la base económica que los determina. Dichos valores existen para justificar el modelo económico, el tipo de relaciones de producción que han establecido los seres humanos en una sociedad determinada. Son la expresión, en pocas palabras, del poder que una minoría ejerce sobre la mayoría y que sirven para justificar su dominación y explotación. Es decir, para Marx los valores son históricos, pues son la expresión del sistema económico que impera en una sociedad y época particulares y, por lo mismo, van cambiando de acuerdo al desarrollo material de las colectividades. Así pues, aún desde la perspectiva marxista, no son los valores quienes entran en crisis, sino la base material que los sostiene y les da vida, pues aquéllos son el resultado de ésta.
Por lo tanto, hablar de crisis de valores, tratando de encontrar en ella la causa de la descomposición social que hoy día vivimos, es escamotear las verdaderas razones que nos han llevado a esta realidad.
Yo creo que quienes estamos en crisis somos los seres humanos, y la causa se puede encontrar en el sistema económico que nos han impuesto, un sistema que en sí mismo es perverso y destruye las relaciones entre los hombres y la relación de éstos y el mundo en que vive.
Actualmente, el planeta vive una permanente amenaza, producto del uso irracional de los recursos naturales. Si bien es cierto, la civilización implica el dominio de la naturaleza para servirse de ella, esto no significa hacer un uso arbitrario e irracional de sus recursos, ni su consecuente destrucción. Todo el cambio climático que vivimos hoy día, con sus consecuencias trágicas que, por razón de su misma pobreza, golpea a los más desposeídos, que son la mayoría de la humanidad, es el resultado de ese uso irracional que se ha hecho de la naturaleza. Pues bien, esta irracionalidad es parte de la lógica interna de un sistema económico que, repito, es de suyo perverso. El capitalismo salvaje que compra y corrompe conciencias, nos ha llevado a una hecatombe universal, no sólo en términos humanos sino también naturales.
Esta misma perversidad, que ha llevado al planeta al borde de su destrucción (y digo esto sin la más mínima intención apocalíptica), ha hecho que los individuos, las familias y la sociedad entera se hayan fragmentado, estemos incomunicados y hayamos perdido el sentido de humanidad. El delincuente que mata por robar unos pocos billetes, y que demuestra con eso un desprecio total por la vida, no es más que el producto de una sociedad degradada, corrupta y decadente que ha sido bombardeada permanentemente con la idea de que “tener” es mejor que “ser”. Ante la falta de oportunidades y aguijoneado por la idea de poseer cosas que le den sentido a su existencia, ya de por sí vacía, el delincuente ve en el robo las única manera de acceder a ese mundo que le muestran como el mejor, pero que a la vez está fuera de su alcance. No estoy justificando la violencia, ni defendiendo al criminal. Lo que trato es de encontrar la razón, la causa de esta decadencia en que vivimos. A mi juicio, es el mismo sistema económico en que se basan las sociedades actuales, el que ha provocado esta descomposición.
Así que no es que los valores estén en crisis. Es el sistema, la condición material de nuestra vida en sociedad la que ha empujado a la humanidad a esta situación. Si la solución fuera tan simple como rezar o adherirnos a una religión o elaborar grandes discursos sobre la necesidad de guiar nuestras vidas por ciertos valores, creo que la mayoría estaríamos de acuerdo en hacerlo. Empero, la solución pasa por encontrar nuevas formas de equidad, de justicia social y de igualdad de oportunidades. Habría que distribuir de manera justa la riqueza y no debería aceptarse la pobreza como algo natural, pues la pobreza ni es una virtud ni es algo natural.
¿Significa esto entonces, que hay que combatir la pobreza, como afirman nuestros pseudopolíticos? No. La pobreza no se combate, pues esta no es la causa última de nuestro subdesarrollo a todo nivel. Subdesarrollo que a su vez se ve reflejado en el grado de descomposición social en el que vivimos La pobreza es en todo caso una causa intermedia producto de las condiciones de injusticia, desigualdad y explotación sobre las que se fundó este país. Así que de lo que se trata, es de transformar dichas estructuras básicas. Al cambiar éstas, cambiaran nuestras relaciones intersubjetivas, se transformará nuestra concepción de la vida y con ello el sentido que podamos asignarle a los valores morales, los que ya no serán reflejo ni justificación de la dominación de unos sobre otros, sino los principios rectores necesarios para la convivencia pacífica y armoniosa a que toda sociedad humana aspira, como finalidad implícita en su ser.



*Profesor titular de Filosofía, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, USAC.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como usted bien dice, por doquier se escucha tal "crisis" de valores, en especial personas adheridas a religiones que intentan "salvar" extraterrenalmente a quienes crean en lo que ellos creen.

Es de suma importancia, a mi juicio, también desvestirnos de esa superchería y plantearnos como seres humanos, en un aquí y ahora, como vamos a cambiar este mundo y dejarle mejor de como lo encontramos y no esperando el perdón mágico de divinidades.

toro dijo...

Siempre que escucho o leo lo relativo a cambiar las estructuras básicas me pregunto: ¿Realmente que significa esto? ¿Qué es lo que proponen que se haga? También me surge otra pregunta: Al hablar de estructuras, ¿Acaso se está dando por sentado que Marx en su explicación (la que el autor esbozó en el artículo en cuestión) descubrió una verdad? y lo planteo así, pues también me pregunto: ¿No será contradictorio afirmar lo dicho con el cierre del mismo artículo, cuando se sostiene que "los principios rectores" de "la convivencia armoniosa a que toda sociedad humana aspira, como finalidad implícita en su ser"? pues si está implícito en el ser de la humanidad no es cuestión de estructuras y de cambio en las mismas, sino de ir a ese ser, “cuya finalidad lleva implícita la convivencia pacífica y armoniosa" y desde esto trabajar.

Además de ello, ¿Como aspirar a algo que está en uno (pues ese es el sentido de afirmar que está implícito en nuestro ser?) y salirnos de la historicidad que planteó Marx?, la cual es contraria a reconocer un mundo de esencias (recuérdese lo de finalidad implícita en su ser) inmutables; en otras palabras, ¿Es esto posible? Creo que para lo sea, solo hay dos opciones, o se renuncia a Marx y se busca otro discurso justificador del cambio que se advierte necesario (lo cual comparto) asumiendo plenamente las consecuencias de reconocer el ser del hombre y desde este se construir la solución del diseño de un orden social más humano, o se admite a Marx con todas sus consecuencias; y, entonces se busca un sistema de relaciones de producción o base material que sostenga la vida que produzca otro hombre (o mujer).

El problema es que para esto, dada la experiencia histórica del marxismo aplicado en el siglo XX (y el pretendido del siglo XXI) que mostró que no lograron descubrir dicha base (probado por el hecho de variar el sistema mismo hacia una economía de mercado y que esto nuevo les ha dado mayor riqueza) quedando pendiente entrar al cambio humano y con ello generando de nuevo un sistema de desigualdades que se quería evitar. Por consiguiente, las preguntas sobre qué habrá de hacerse para dicho cambio siguen pendientes.