lunes, 18 de febrero de 2013

No es cuestión de valores


Harold Soberanis[1]

Ni de optimismo. Ni de rezar todos los días. Si la solución fuera tan simple, ya habríamos cambiado nuestra realidad. Guatemala no sería el país injusto y desigual que es. No sería el país violento que tenemos, donde se mata a diario a hombres y mujeres honestos. No sería el país donde los niños y los viejos tienen que trabajar para sobrevivir.

Menciono esto, pensando en la reciente visita a Guatemala de uno de esos famosos “gurús” sabelotodo  que poseen la fórmula mágica para que todos vivamos felices y seamos triunfadores. Según entiendo,  este iluminado “sabio” (¿o sería mejor llamarlo sofista?), fue traído por un grupo de empresarios y comerciantes, los mismos que deciden lo que debemos hacer, pensar y decir. Y lo trajeron para que por medio de su exaltada y teatral forma de hablar nos indicara lo que, según ellos, contratistas y contratado, debemos hacer para ser felices, para producir más, para no ser fracasados, para repetirnos por enésima vez que si somos pobres es porque queremos, ya que las oportunidades de ser exitosos y millonarios las tenemos frente a nuestras narices. En una palabra: lo trajeron para que nos dijera que podemos ser un país del primer mundo, pues todo está en nuestra voluntad de querer serlo.

De acuerdo con lo publicado en algunos medios de comunicación, este moderno sofista asegura que todo es cuestión de valores. De ahí que su objetivo primordial al visitar empresas, instituciones gubernamentales, consorcios y hasta universidades, fue el de hacernos ver que si queremos un país mejor, una sociedad mejor, un nivel económico mejor y de paso ser hombres y mujeres de éxito, todo lo que tenemos que hacer es transformar nuestros valores.  O, como le llaman hoy en día los adoradores del neoliberalismo y el mercado, provocar dentro de nosotros una reingeniería moral.

Según este tipo de seudodiscurso, todo es cuestión de cambiar valores, de retomar aquellos que hemos ido perdiendo o de adaptar los que tenemos a los nuevos tiempos que corren.  Así de simple y fácil.  Es decir que, este “famoso” sofista no vino a decir nada nuevo de lo que otros grandes “genios” motivadores han dicho ya. Por eso el título de este escrito, pues si fuera tan fácil la solución a nuestros grandes, históricos y complejos problemas estructurales, todos nos pondríamos a rezar, seríamos optimistas, transformaríamos nuestros valores y listo: de la noche a la mañana viviríamos en un país maravilloso, para admiración y envidia de los demás.

Pero sucede que la cuestión no es tan fácil como nos hacen creer estos charlatanes a sueldo. Para empezar, los valores de una sociedad son aquellos que las clases dominantes han impuesto para preservar y mantener el estado de las cosas.  Son, como lo demostró Marx, la expresión del poder de esas clases económicas que lo que buscan es proteger sus intereses de clase. De ahí que, cuando dichas clases, por medio de sus seudointelectuales, hablan de un cambio de valores morales, lo que en el fondo están buscando es que las clases dominadas sigamos  obedeciendo sumisamente, no pensemos críticamente y solo nos dediquemos a producir más para que sus cuentas sigan engordando.

Los problemas que ahogan a Guatemala son estructurales, sus causas son históricas y comienzan desde la venida de los españoles quienes imponen un modelo económico basado en la explotación, el abuso y la exclusión.  Con el paso de los años, dicho modelo fue tomando formas más sofisticadas de expresión, pero en el fondo siguió siendo lo mismo. Cambió de actores y el escenario se modificó, adaptándose a los tiempos, pero los resultados fueron los de siempre: una minoría que cada vez era más rica y la mayoría pobre, hundiéndose en la miseria.

Todo esto ha producido una sociedad injusta y desigual. Los problemas que vivimos hoy día como la violencia, el narcotráfico, la corrupción, el analfabetismo, etc; no se solucionan con un simple cambio de valores y actitudes.  No basta con ser optimistas para que todo por arte de magia cambie.  La causa de nuestros males es económica, por lo que deberíamos transformar la infraestructura, es decir, el modelo mercantilista de explotación que tenemos para provocar una transformación en la superestructura social.

Si la riqueza se distribuyera de forma equitativa tendríamos una sociedad más igualitaria y cada uno de los hombres y mujeres que la integran, aspirarían a una vida guiada por valores morales superiores. Entonces sí, tendría sentido hablar de un cambio de valores y de una actitud optimista ante la vida. Pero en las circunstancias en las que nos encontramos, venir a desarrollar discursos motivacionales, lo único que logra es hacerle el juego a los sectores oligarcas. Es insistir en que todo debe cambiar para que nada cambie.

Dado que la transformación de esta sociedad no vendrá de los sectores que detentan el poder, sino de la sociedad misma por medio de todas sus instancias e instituciones, es necesario que nos eduquemos y fomentemos un pensamiento crítico. Esto implica, como ya lo he dicho en otros artículos, que analicemos la realidad, nos informemos, pensemos por nosotros mismos y saquemos conclusiones. Deberíamos empezar, como lo hizo Descartes, por dudar de todo lo aprendido y de lo que vemos. A partir de ahí podríamos esperar que las nuevas generaciones asuman una actitud más cuestionadora y transformadora. Y entonces sí, cambiaríamos este país para hacer de él un lugar digno para vivir.






[1] Profesor titular, Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, USAC.
 

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