viernes, 10 de febrero de 2012

Savater en Guatemala

Harold Soberanis

Recientemente estuvo en Guatemala el conocido filósofo español, Fernando Savater, invitado por una fundación internacional. En una conferencia dada en un hotel capitalino y cuyo tema giró en torno a la relación entre ética y política, Savater demostró el por qué es uno de los pocos filósofos que, tanto las élites ilustradas, como las no ilustradas (como las de Guatemala) y los grupos de activistas diletantes, conocen bastante bien. Este dato es, ya en sí mismo, un logro que hay que reconocerle a este profesor español. Si bien teóricamente Savater no es fuerte, tiene la virtud de ser un gran divulgador de la filosofía. Sus charlas son amenas, salpicadas de ejemplos oportunos y algunos chistes, lo que le hace simpático entre quienes le escuchan. Y esto, el de hacer de la filosofía un conocimiento más accesible a las masas sin formación filosófica, es algo que hay que agradecerle. Esto explicaría la razón de su popularidad, lo que también es meritorio, pues en un mundo donde las imágenes que nos saturan tanto en la televisión como en los diarios e internet son, sobre todo, de personajes de la farándula, insípidos, prefabricados y frívolos, sin ninguna virtud en lo que dicen hacer, resulta llamativo que sobresalga un filósofo, es decir, un personaje que se dedica a algo menos que enigmático y misterioso.

Empero, a lo que me quiero referir no es al personaje, sino a algunas ideas sueltas que le escuché decir y que apunté al vuelo mientras él disertaba. Para empezar, el tema de la relación entre ética y política, ha sido uno de los más trabajados en filosofía desde sus primeros tiempos. Basta con echar una mirada a la Historia de la Filosofía. Ya Sócrates, Platón y Aristóteles se ocuparon de tal tema, y cada uno desarrolló una manera de entender dicha relación, relación que, según ellos, es indisoluble. Así se mantuvo a lo largo de los años, hasta que apareció el genio de Maquiavelo quien afirmó que bien pueden estar, la política y la ética, una sin la otra. Esta afirmación del Canciller florentino, ha sido maliciosamente tergiversada, lo que ha derivado en una imagen perversa de este científico de la política. Sin embargo, a pesar de lo contundente de la revelación de Maquiavelo, no se ha dejado de abordar el tema y muchos y variados han sido los autores, tanto como teorías que se han referido al respecto.

Pues bien, una de las cosas que Savater dijo sobre la relación entre ética y política y que llamó mi atención fue cuando afirmó que todos somos políticos (Aristóteles lo dijo a su manera cuando definió al hombre como un zoon politikón, es decir, un animal político), pero que a aquéllos a quienes llamamos “políticos” son esos personajes que hemos “mandado mandar”. Por lo mismo, son responsables, esto es, deben responder ante quienes les hemos elegido. Bien harían nuestros politiqueros (en Guatemala no hay políticos profesionales), en no olvidar esto.

Otra de las cosas que mencionó, y ojalá la hayan escuchado muy bien todos esos que andan por ahí con aires de perdonavidas, es que los problemas políticos se resuelven con una buena dosis de política y no de ética. Que se debe desconfiar de aquellos que para todo recurren a la ética para resolver problemas de cualquier índole. Esto es importante, pues en nuestro medio prevalece la idea, de que todo puede y debe solucionarse con inculcar valores morales (y no éticos) o con rezar. Esta actitud ingenua nos ha llevado a acciones como la de implementar cursos de valores o vigilias para orar por la paz, pretendiendo con ello resolver nuestros problemas cuya raíz es muy diferente. Con enseñar más valores u orar durante largas horas, no se resuelven los problemas que nos aprisionan. El origen de tales problemas hay que buscarlo en la desigualdad e inequidad sobre las que se ha construido esto que llamamos Guatemala. Históricamente este país se construyó sobre la base de los privilegios que las clases dominantes deseaban conservar. Tales privilegios se sostienen, a su vez, sobre la explotación de las mayorías que, para ser explotadas deben primero ser marginadas de los beneficios económicos lo que las hace estar en la desigualdad. Así pues, tales problemas se resuelven de manera política y económica, es decir, tratando de cambiar las estructuras que los justifican y distribuyendo equitativamente la riqueza que, en última instancia y como lo afirmaría Marx en su momento, es de origen social.

Refiriéndose a los nacionalismos, Savater afirmó, en una de las tantas entrevistas que se le hicieron, que tales acciones no hacen sino entorpecer el desarrollo de los pueblos. Esta idea la relacionó a esa actitud, hoy tan de moda gracias a esos organismos internacionales que buscan lavar la consciencia de sus respectivos países, de mantener a las culturas originales en un estado de pureza. En efecto, tal como es el caso de Guatemala, se habla mucho de preservar, por ejemplo, la cultura maya. Se enfatiza el hecho de mantenerla pura, sin contaminarse con la occidental, con el argumento de evitar que desaparezca. Esto es una trampa, pues lo que se logra con ello es mantenerla en el atraso permanente. En su momento, Don Severo Martínez, en su ya clásica obra La Patria del Criollo, se refería, premonitoriamente, a esta tendencia y advertía, con bases científicas, en el peligro que representaba. Efectivamente, pretender proteger a los descendientes de los mayas, hombres y mujeres de carne y hueso, con el argumento de evitar cualquier contaminación que amenace su cultura, no es más que condenarlos al aislamiento y el atraso y de esa forma seguir explotándolos. De lo que se trata, pues, es de preservar sus tradiciones y creencias, pero incorporándolos a los procesos de producción, al modelo económico, a la cultura que, nos guste o no, es la predominante. Con ello no se busca destruirlos, sino integrarlos a la dinámica social que les posibilite salir de la marginación y la miseria.

En fin, fueron muchas las ideas que expresó este conocido filósofo en su visita a nuestro país. Visita oportuna que sirve de pretexto para reflexionar sobre nuestra realidad y, en especial, sobre el papel que la filosofía puede jugar en nuestro esfuerzo por comprender dicha realidad. Un marco propicio, sobre todo tomando en cuenta que en este noviembre se conmemora una vez más el Día Mundial de la Filosofía, fecha establecida por la Unesco hace ya algunos años. Como oportuno es recordar que el próximo año nuestro país será la sede mundial de esta fiesta, pues la reflexión filosófica y el cultivo de la Filosofía, debería ser eso: una fiesta. En especial, debería serlo para quienes nos dedicamos a ella profesionalmente. Enhorabuena.

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