miércoles, 28 de enero de 2009

Sobre la virtud

La virtud resplandece en las desgracias.
Aristóteles

*Harold Soberanis

¡Qué difícil es ser virtuoso! Si a nuestra natural imperfección, añadimos la de un mundo que, de suyo, es una invitación al mal, por desigual e injusto, pronto nos daremos cuenta de lo difícil de encarar semejante empresa, la de ser virtuoso, digo. En la búsqueda de la virtud, es decir, en la búsqueda de una vida que se adecue al “deber ser”, nos aguardan muchas dificultades y pesares, “muchas tentaciones”, dirían los puritanos. Todos los filósofos que se han ocupado por encontrar la esencia de la virtud, se han dado cuenta de esto.
Pero, ¿qué es la virtud? A lo largo de la historia, los filósofos han dado muchas definiciones de virtud. Una muy conocida, y que a mí me gusta mucho, es la que hace Aristóteles cuando afirma que la virtud es el justo medio entre dos extremos, ambos negativos: uno por defecto, y el otro por exceso. Saber reconocer el justo medio en cada acción que realizamos sería, según el Estagirita, producto del sentido común que, junto a la sabiduría -es decir, el conocimiento teorético aplicado a la esfera práctica de la vida-, vendrían a ser las principales características del hombre virtuoso. De esa cuenta, el hombre virtuoso es aquel que, aplicando el sentido común y la sabiduría, sabe encontrar el equilibrio en cada acción que realiza lo cual le conduce, después de mucha práctica, a una vida llena de bondad.
Ahora bien, aún cuando la búsqueda de una vida virtuosa implica enfrentar muchas dificultades, no debemos confundirnos y pensar que vivir virtuosamente tiene que ser necesariamente algo penoso o triste. Buscar la virtud no implica renunciar al placer material cual ascetas que desdeñan, como Diógenes modernos, aquellas cosas que nos proporcionan una vida material más cómoda y placentera. No implica rechazar el placer de una caricia de la persona amada, ni la esporádica embriaguez con los amigos con quienes, entre copas y recuerdos, afianzamos esa especial relación que nos hace crecer como seres humanos. Ni significa alejarnos de una ocasional juerga que nos devuelva, aunque sea por efímeros momentos, a la niñez perdida. Creo que significa, como lo señaló el gran Aristóteles, encontrar el balance perfecto entre una vida buena y una buena vida. Encontrar ese balance sólo se alcanza a través de la sabiduría que es, como señalé más arriba, la aplicación del saber teórico a la vida práctica. De ahí que la figura del sabio, sea en la antigüedad o en la época actual, es la de aquél que, con total lucidez y de manera lúdica, vive una vida ejemplar a la vez que acepta el placer de una vida material que, al fin de cuentas, es la única que se tiene.
Esto lo habían comprendido muy bien los pensadores antiguos, pues ellos, a diferencia del cristianismo, no separaban lo bueno – moralmente hablando - de lo placentero. Y es que la bondad no excluye el placer. No tiene porque excluirlo, pues el placer no es malo en sí mismo. Al contrario, el placer también nos fortalece y nos ayuda a alcanzar la plenitud de nuestro ser. El problema no está en el placer en sí mismo, sino en hacer de él el único fin de nuestra existencia, olvidando que existen otras dimensiones de la realidad humana que es necesario cultivar para ser mejores seres humanos. Por lo tanto, el sabio será aquel que encuentre el equilibrio entre una vida virtuosa y el placer corporal.
De hecho, la virtud debe llevarnos a una vida buena pero también a una buena vida, en el sentido de asumir lúdicamente una existencia que es absurda pero que, por lo mismo, debe ser vivida con intensidad y pasión en cada momento. Esto no implica, como han querido verlo algunos moralistas de domingo, llevar una vida egoísta y sin escrúpulos donde todo es válido en tanto me reporte beneficios. Esto lo que significa es comprometerme con el otro en la búsqueda de una vida plena y solidaria, que nos haga más dignos. Significa, construir un mundo más justo, más humano.
Pero, ¿por qué debemos llevar una vida virtuosa? ¿Por qué debemos buscar la virtud? ¿Por qué es mejor ser virtuoso que no serlo? Simplemente porque la virtud nos hace mejores, nos dignifica, nos hace solidarios y nos hermana en un común sentimiento de fraternidad más allá de una trasnochada moralidad que únicamente aflora en los momentos de angustia o en los arrebatos de sentimentalismo barato.
A la virtud no llegamos por medio de sermones de iglesia ni de moralinas. En la búsqueda y encuentro de la virtud participa la Razón. Claro que los sentimientos son necesarios y valiosos, pero si nos dejamos guiar solamente por ellos podemos equivocar el camino y no alcanzar una verdadera vida virtuosa. Por eso la Razón juega un papel importante en esta búsqueda. Una vida racional es una vida virtuosa. El ejercicio de la Razón que es, según Aristóteles, la facultad que define al ser humano en tanto ser humano, debe revelarnos la importancia de la vida virtuosa.
Ahora bien, no debemos pensar que para llevar una vida plena de virtud tengamos que seguir una religión determinada, como si sólo a través de ésta pudiéramos alcanzar a aquélla. La virtud pertenece a la Ética más que a la religión. La moral no necesita una base religiosa para ser válida. Desde Kant, quedó demostrado que la moral no deviene de la religión. Es más, Kant invirtió el orden de los elementos y mostró cómo una verdadera moral debe ser autónoma. Así, señaló que es la religión y la creencia en Dios quienes derivan de una consideración moral y no al revés. Es la moral, pues, la que da sustento a la idea de Dios. Con la teoría kantiana, se abrió el camino para reconocer que la moralidad del ser humano y, por lo mismo, una existencia virtuosa no necesitan de una fundamentación religiosa. De hecho, existen personas ateas que llevan una vida más ejemplar y solidaria con el prójimo, que muchos que se dicen creyentes y se consideran mejor que los demás cada vez que se golpean el pecho.
Con esto quiero decir que, la búsqueda de una vida virtuosa no tiene necesariamente que reducirse a una creencia o práctica religiosa, o que únicamente quienes son creyentes pueden algún día encontrar la virtud. Ninguna religión es dueña absoluta de la virtud. Comprender la importancia de llevar una vida virtuosa, pasa más bien por la filosofía. Esta nos ayuda a entender, a través de la crítica y la reflexión, la importancia que para nosotros, los seres humanos, tiene la búsqueda permanente de la virtud. No importa si nunca alcanzamos plenamente a ser virtuosos, debemos siempre vivir como si ello fuese posible, debemos siempre ir tras la virtud.

*Profesor titular Departamento de Filosofía, Facultad de Humanidades, USAC.
haroldsoberanis@usac.edu.gt

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